miércoles, 6 de diciembre de 2017

TRAFICANTES DE PERSONAS


"Quince años después de la destrucción de las Torres Gemelas, la mayoría del mundo musulmán está en llamas. Los ganadores son los mercaderes de personas, una mezcla de organizaciones criminales y yihadistas que raptan, compran y venden personas por un precio. ¿Qué vendrá después?". Quien esto escribe y se hace esta pregunta es Loretta Napoleoni, máster en terrorismo por la London School of Economics. Lo hace en el libro 'Traficantes de personas', subtitulado 'El negocio de los secuestros y la crisis de los refugiados' y editado por 'Paidós Estado y Sociedad'.

Napoleoni, de formación economista -es licenciada en Economía y Relaciones Internacionales por la Escuela Superior Internacional de la Universidad Johns Hopkins- escribe al final del prólogo del libro que "los traficantes de hombres y mujeres no son diferentes de los comerciantes de esclavos del siglo XIX, ni de los nazis del siglo XX: todos ellos creyeron también que tenían derecho a disponer libremente de las vidas de otras personas". Es decir, que los que secuestran ciudadanos de todo el mundo en zonas de conflicto para cobrar un rescate carísimo o que expolian a los que buscan refugio en Occidente huyendo de estos territorios en guerra e inseguros son, según ella, los sucesores de aquellos explotadores.

La primera gran operación de secuestro de personas con la voluntad de intercambiarlas por mucho dinero la sitúa Loretta Napoleoni en Mali y el sur de Argelia, en 2003. Allí, un grupo de antiguos miembro del Grupo Islámico Armado (GIA) retuvo a 32 turistas europeos. Los gobiernos de sus estados pagaron cantidades hasta entonces impensables para recuperarles con vida y este dinero sirvieron como base para la creación de un nuevo grupo armado: Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

A partir de ahí, 'Traficantes de personas' nos conduce por la evolución de esta práctica, a partir tanto de la enumeración de todos los secuestros como de la descripción de la respuesta de los diferentes gobiernos afectados. Napoleoni habla con muchos negociadores que han intervenido -hay que aún lo hacen- en operaciones de liberación de rehenes y nos explica cómo unos estados se niegan a pagar por sus ciudadanos retenidos midntras otros no dudan en encontrar el dinero reclamado por los terroristas.



Nos apabulla el gran número de personas que han sufrido la condición de secuestrados y de los que aún lo están cuando usted lee esta reseña. Las opiniones públicas están parceladas y sólo se dan cuenta de este hecho cuando son sus nacionales los que están en manos de los traficantes. España es de los pocos países que no han tenido que ver cómo uno de sus periodistas, cooperantes o turistas es asesinado ante una cámara que registra su muerte y esas imágenes son subidas después a las redes sociales.
El libro se lee con el corazón encogido y con una mezcla de rabia e impotencia. Aprendemos con él que, en 2004, un rehén occidental en Irak podía ser liberado con dos millones de dólares. Ahora, esta cantidad se ha multiplicado por cinco. Y Napoleoni nos recuerda que con este dinero se financian atentados en zonas céntricas de las principales ciudades de lo que denominamos Occidente. Que las empresas de seguridad especializadas en la protección contra secuestros cobraban mil dólares diarios hace diez años y que hoy han triplicado sus tarifas. Que los comerciantes de refugiados ingresaron unos cien millones de dólares cada mes del verano de 2015 para llevar decenas de miles de personas a las costas europeas. Que si, diez años atrás, una persona podía pagar 7.000 dólares a un traficante para que lo llevara de África Occidental a Italia, con este dinero, el verano de 2015, sólo se podía pagar el viaje de Siria a Grecia.

Globalización y yihadismo son la combinación de intereses que nos han llevado a este mundo que, según Napoleoni, "se ha convertido en un lugar mucho más peligroso no sólo para norteamericanos y europeos sino también para asiáticos, africanos y latinoamericanos, millones de los cuales se han visto obligados a convertirse en mano de obra migrante y en refugiados económicos".

Después de doscientas páginas estudiando las razones y las consecuencias de los secuestros y el tráfico de seres humanos, la autora utiliza el brexit británico para poner en evidencia los síntomas de un malestar que se expande por todo el mundo occidental: "La popularidad en aumento de ciertos grupos derechistas, el retorno de la xenofobia y el racismo, el restablecimiento de las fronteras y las llamadas al proteccionismo". Y su conclusión no es precisamente optimista: "Mientras este panorama esté vigente, los mercaderes de personas seguirán haciendo negocio traficando con mujeres y hombres desesperados hasta las puertas de las fortalezas occidentales, un negocio que, a su vez, seguirá financiando el yihadismo tanto dentro como fuera de las flamantes nuevas murallas que vamos erigiendo a nuestro alrededor".


Siscu Baiges

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