sábado, 26 de diciembre de 2015

Oriol Nel•lo, geógrafo y autor de "La ciudad en movimiento"

“Si los nuevos gobiernos municipales pierden la capacidad de movilización ciudadana quedarán muy debilitados”


El geógrafo Oriol Nel•lo se adentra en el análisis de los nuevos movimientos urbanos que ponen en cuestión el sistema político y social actuales. Se plantea los orígenes, hacia dónde van y qué futuro pueden tener propuestas salidas de la ciudadanía que han llevado a representantes de estos movimientos a las alcaldías de Barcelona, ​​Madrid o Coruña. Lo hace en el libro "La ciudad en movimiento: crisis social y respuesta ciudadana" ('Díaz & Pons Editores').

¿De donde viene su interés por los movimientos sociales?
Toda mi vida me he ocupado de temas urbanos. Cuando estudias la ciudad te das cuenta de que no son sólo las instituciones, las empresas, los técnicos, los que las configuran. Hay otros agentes que condicionan, que construyen ciudad, y unos de los más decisivos son los movimientos sociales.
Cuando llegué al Parlamento, en 1999, en representación de una fuerza política nueva, me vino a ver, día tras día, semana tras semana, una cantidad enorme de gente para hablar de conflictos territoriales: molinos eólicos, escuelas, vertederos, paisaje,... En ese momento, existía la idea de la cultura del No, la cultura del NIMBY ('Not in my back yard', 'No en mi patio trasero'. Unos lo veían como puro egoísmo de los que no quieren en su casa lo que aceptarían en casa de cualquier otro y otros lo defendían como la semilla de una nueva cultura democrática, una nueva cultura del territorio. Desde mi perspectiva personal, política, con una interpretación optimista, me gustaría más que fuera la segunda idea que la primera. Claramente no era la primera pero no acababa de ver que fuese la segunda. Del cuestionamiento de estos principios salió el libro '¡Aquí, no!'.
Compañeros de cinco universidades públicas catalanas analizamos dieciséis casos. Vimos que intervenían elementos como el aumento de la importancia del lugar en el contexto de la globalización. La paradoja de que en un juego de todos contra todos aquello en lo que te especializas pasa a ser muy importante. O la idea del lugar como refugio, del paisaje como identidad. O cosas más contingentes como las carencias de la administración.

Tras el "¡Aquí, no!" vino "Barrios y crisis"
Lo hicimos en el marco del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB (IGOP). Estaban interesados ​​por las iniciativas de innovación social. Quizás son más 'prácticas' que 'movimientos' sociales: bancos de tiempo, nuevas formas de producción, cooperativas de consumo, plataformas de afectados por la hipoteca, esplais solidarios,... Las contrastamos con la evolución de la ciudad y, en particular, con la forma como los grupos sociales están asentados.
En todos estos estudios, además de la preocupación académica está la interpelación de lo cotidiano. Como por ejemplo lo que está pasando ahora mismo a nivel institucional, que hace que Barcelona, ​​Madrid, Santiago, Cádiz, Zaragoza, Valencia (según como lo mires), están gobernadas, de repente, por personas que proceden no de fuerzas políticas establecidas sino de movimientos sociales. Esto no había pasado, quizás, ni en 1979. Es una interpelación muy fuerte.
Es a este conjunto de cuestiones al que trata de dar salida "La ciudad en movimiento". Quiere no tanto dar respuestas sino plantear estas cuestiones de manera que quien lo lea piense y actúe en consecuencia. Reivindico que al escribirlo tenía una voluntad académica y otra directamente política. Qué hacemos como ciudadanos ante esta realidad.

La primera pregunta que se plantea es el impacto de la crisis sobre la ciudad
Los movimientos de los que hablamos han tenido una proliferación extraordinaria en los últimos años. Tienen un empuje enorme. Uno de los mitos que ha habido es que la crisis no ha ido acompañada de conflicto social. El anuario del Ministerio del Interior, que es una fuente poco explotada, incluye, por ejemplo, la relación de las acciones colectivas disruptivas, las manifestaciones, por comunidades autónomas y por provincias, por temas y organizadores, año tras año. Es espectacular el aumento del número de manifestaciones que se produce entre los años 2006, 2007, y los años 2011, 2012. Se multiplican por diez. Hay una ebullición y un cambio de temática.
Si, de 1996 a 2007, la temática principal de muchos de los conflictos había sido la defensa del territorio, la calidad de vida, el medio ambiente, el impacto de la crisis hace emerger cada vez con más fuerza los temas sociales.
Si los movimientos crecen y cambian de carácter, ¿qué relación tienen con la evolución y lo que pasa en la ciudad? Es de lo que trata la primera parte del libro.

Considera que la relación entre crisis, ciudad y territorio ha sido menospreciada en el análisis político y social
Así es. En cambio es uno de los aspectos fundamentales de las transformaciones sociales que estamos viviendo. A todos los niveles de escala. Al nivel de escala planetaria es, precisamente, la capacidad del capital de liberarse de sus raíces territoriales lo que rompe el equilibrio entre capital y trabajo. Después de la Segunda Guerra Mundial en todas partes o en España después del inicio de la transición se estableció un pacto según el cual los grupos sociales subalternos aceptaban las reglas de juego capitalista a cambio de la promesa de una mejora continuada de las condiciones de vida, de la salvaguarda de unos derechos básicos y de una vejez segura. Es esto lo que se ha roto ahora y si esto se ha roto es porque en un contexto de globalización económica el capital puede moverse territorialmente con plena libertad mientras que los otros siguen ligados al territorio como si fueran siervos.
Esta variable territorial es a menudo poco comentada. Como también es poco comentado que lo que pasa en la ciudad, donde vive la gran mayoría de la población, tiende a incrementar los efectos de la crisis.

¡Qué paradoja!
La tradición del urbanismo europeo había conseguido que la forma como unos y otros viven en la ciudad -los que menos tienen y los que más tienen- fuese ciertamente diversa pero la distancia en el acceso a los servicios, en la calidad de la vivienda, etcétera, era más pequeña que la que los separa en términos de renta. En términos de renta puede haber un salto de 1 a 12 o de 1 a 20. En términos de acceso a los servicios, de calidad del entorno, la distancia no era tan grande.
Con la desregulación de las políticas y el aumento de la segregación urbana, la separación entre la forma como viven en la ciudad los grupos sociales se va pareciendo cada vez más a la distancia que los separa en términos de renta. Esto amplifica y hace más grave el impacto de la crisis. La función compensadora, atemperadora de las desigualdades sociales que tenían las ciudades, tiende a perderse. Por tanto, no es de extrañar que surjan muchos movimientos, iniciativas que no sólo tienen la ciudad como escenario sino que se plantean la ciudad como objeto de reivindicación. ¿Cómo funciona? ¿Qué se puede hacer para mejorarla, para que los servicios lleguen a todas partes? Esta es la relación que existe entre el impacto de la crisis y la emergencia tan fuerte de los movimientos urbanos.



¿Qué cuestiones ponen sobre la mesa los movimientos sociales?
Esencialmente tres. La primera, el patrimonio colectivo, los bienes comunes, el agua, el espacio público, los equipamientos, los servicios y los derechos. En un contexto en el que este patrimonio colectivo es o privatizado o está bajo ataque, los movimientos lo defienden y también buscan formas alternativas de proveerse de estos bienes o servicios, al margen de las instituciones o del estado. Los bancos de alimentos, los bancos de tiempo, las ocupaciones,... Las empresas, el Estado, no nos garantizan estos bienes. Creemos, pues, espacios de autonomía social que lo hagan.
La segunda cuestión es la justicia social, el derecho a la ciudad. En una ciudad que tiende a hacerse cada vez más desigual, los movimientos plantean que no sólo todo el mundo debe tener un acceso razonadamente equitativo a la renta y a los servicios sino que la ciudad entera debe tener una calidad mínima. En todas partes debe haber una cierta dignidad urbana.
Y la tercera cuestión es la calidad democrática. Cuando las formas institucionales de representación, los partidos políticos tienen muchas dificultades para canalizar las pulsiones e iniciativas ciudadanas, los movimientos plantean una mayor transparencia, proximidad, nuevas formas de gestión,...

¿Tienen suficiente capacidad para incidir en estas cuestiones?
El sociólogo Manuel Castells, en el libro "La ciudad y las masas", hace 30 años, ya afirmaba que los movimientos urbanos plantean los grandes temas de nuestro tiempo pero que quizás no lo hacen ni en la escala ni con los medios adecuados. Podemos tener la tentación de decir esto. Sin duda para dar respuesta global a problemas globales, cada uno de estos movimientos no tiene suficiente entidad. A base de huertos urbanos no resolveremos el problema del cambio climático. Pero estos movimientos ponen en marcha procesos que están teniendo unos efectos importantes: cambio de la agenda política, transformaciones institucionales, la forma en que muchos ayuntamientos -y no sólo ayuntamientos- están adoptando formas nuevas de gestión y prestación de servicios,...

Ada Colau, Manuela Carmena… ¿pueden aspirar a hacer grandes cambios de fondo en nuestra sociedad?
Esto depende en muy buena medida, del carácter y la solidez de los movimientos que han impulsado los cambios. Estos responden de manera muy mayoritaria a impulsos solidarios, a esperanzas y indignaciones perfectamente justificadas. Pero tienen también sus debilidades.
Muchos de los movimientos urbanos mitifican el pasado. Tienen una cierta voluntad de volver a un pasado mítico que quizás no ha existido. Por ejemplo, es dudoso que en la sociedad pre-capitalista donde había una mayor propiedad comunal no hubiera tensiones e injusticias enormes, aunque la propiedad privada no tenía el mismo papel que ahora.
También se mitifica la comunidad. En una sociedad cada vez más rota, más individualista, todos tenemos la necesidad de pertenecer a un club, a una comunidad, pero las comunidades tienen intereses contrastados e, incluso, en ocasiones, contradictorios. Es difícil, dudoso, que la solución pase por los municipios libres.
Hay que analizar quiénes son los protagonistas de estos movimientos. En mucha de la literatura sobre los movimientos sociales, el análisis de las características sociales casi no está. Analizamos movimientos sociales sin tener en cuenta el componente social. No digo que haya que ir a perseguir el 'carácter de clase' del movimiento, como decían nuestros padres, pero debemos entender que la acción colectiva se produce seguramente porque las personas tienen unos intereses y unas necesidades que están en muy buena medida condicionados por el lugar que ocupan en la sociedad.
No nos podemos detener en decir que hay un corte generacional y, por tanto, que son los jóvenes los que impulsan los movimientos. O que hay un corte tecnológico y que son los nativos digitales. Sin duda, esto contribuye a explicarlo y también las formas de movilización y la mayor propensión a participar. Pero hay otro aspecto a tener en cuenta: ¿Quiénes son estos movimientos en la sociedad? A quién representan mayoritariamente? De ello depende su capacidad transformadora.

En "Barrios y crisis" se analizaba la segregación urbana con mapas
Hicimos los mapas de segregación urbana, Cogimos todas las secciones censales de Cataluña y buscamos allí donde se reúnen las situaciones de segregación extrema, los barrios de renta más baja y los de renta más alta. En la Región Metropolitana de Barcelona sale muy claramente dibujado el corredor del Besòs, el eje del Ripoll, algunos barrios de L'Hospitalet, las urbanizaciones nacidas de parcelaciones ilegales de los años sesenta o setenta.
Si la capacidad de elegir el lugar de residencia es el resultado de la relación entre el nivel de ingresos que tiene un individuo o una familia y el precio del suelo y la vivienda, los que tienen menos recursos también tienen menos posibilidades de elegir dónde asentarse. Van a parar allí donde los precios son más bajos. Lo curioso es que la segregación actúa también y con muchísima fuerza no con respecto a los que menos tienen sino a los que más tienen. Su tendencia a separarse de los demás es también muy fuerte. Y los encontramos en los municipios del interior del Maresme, la corona que va por Les Corts, Pedralbes, Sarrià-Sant Gervasi,... Y por otro lado, por detrás de Collserola, Matadepera, ...
E hicimos también el mapa de la innovación social. El IGOP encontró setecientas iniciativas de innovación social. Las hicimos cartografiar y nos salió Gracia, Vallcarca, Horta-Guinardó, Sant Andreu, Sant Martí, Sants-Montjuïc, etcétera... Cuando miramos los dos mapas vemos que las iniciativas de innovación social no se concentran  en los barrios más segregados por arriba o por abajo.

En teoría se podría pensar que estos movimientos estarían en los barrios con más necesidades
No parece que sea así porque hay una relación también entre el capital social que tiene la gente en los barrios y su capacidad de organizarse. En un barrio donde ha habido un gran recambio de población, donde se ha cambiado el 40, el 50, o el 60% de la población, como ha ocurrido en algunos, en el periodo 1.996-2007, o donde hay una grave situación de desestructuración familiar y de descomposición social, la capacidad de organizarse para dar respuesta es más pequeña.
Es interesante y bastante preocupante. Las iniciativas que son del todo necesarias para paliar los efectos de la crisis y plantear alternativas están todavía circunscritas a barrios que tienen más capacidad de dar respuesta que otros que están en una situación peor.

¿Este hecho tiene repercusiones a nivel político y electoral?
Seguro que sí. Es muy difícil de encontrar la relación causal pero está claro que sí. En muchas de las elecciones celebradas hasta ahora, si comparamos la participación en los barrios segregados por arriba, por abajo y los intermedios, nos sale que casi no hay ninguna sección censal en los barrios segregados inferiores que tengan más propensión a participar que la media mientras que casi todas las secciones censales de los segregados por arriba tienen mayor tendencia a participar que la media.
Esto introduce un sesgo muy importante en los resultados electorales. Si los que menos tienen tuvieran la misma propensión a votar que los demás sectores sociales los resultados serían muy diferentes. Será muy interesante, cuando dispongamos de datos detallados, ver cuál ha sido el comportamiento electoral de los diversos barrios en las elecciones del 20-D.

¿Cambiarían mucho los resultados electorales?
Normalmente, nos explican la distribución política como un juego de cuatro cuadrantes, con los valores derecha-izquierda y catalanismo-españolismo. Los movimientos sociales nuevos indican que con esta distribución no es suficiente. Que hay, al menos, un eje que tiene en un lado la mayor implicación, participación de los vecinos y en el otro el carácter más gerencial, institucional, profesional de la política.
Uno de los temas que plantean con mucha fuerza los movimientos urbanos es esta cuestión. No sólo el tema social o nacional sino el de la calidad democrática, la forma de hacer política. Fuerzas políticas que no están tan alejadas en el eje nacional o izquierda-derecha se diferencian, aparentemente o realmente, por su posición en la transparencia, la proximidad, las nuevas formas de gestión, la organización de la propia fuerza política,. ..



En el libro dice que los movimientos sociales han cambiado de objetivos, que les preocupan cosas diferentes que hace unos años
Han tenido un cambio de carácter. En el período anterior muchos de los movimientos se caracterizaban por ser muy defensivos. Se denominaban 'Salvemos', 'Defendamos', ... Eran reactivos. Ante una agresión exterior se defendían, reaccionaban. Eran locales, monotemáticos en la mayoría de los casos. Se centraban en un tema y un lugar concreto. A menudo reivindicaban un cierto carácter apolítico: 'Defendemos la tierra, no hacemos política', 'Con las instituciones, con los políticos no queremos saber nada',...
No en todos los movimientos pero en muchos se está pasando de una actitud reactiva, defensiva, a una actitud más ofensiva, propositiva, tal vez forzados por la misma situación de crisis. Lo que era muy local tiende a articularse a niveles diversos. Los temas ya no son tan aislados y dan lugar a programas más globales. Y, por último, quizás lo más interesante es que en vez de decantarse por la antipolítica hacen política y dicen que la hacen. Más aún, se proponen conseguir espacios institucionales.

Y lo han hecho
Los analistas clásicos de los movimientos sociales dicen que lo que les permite conquistar sus metas y asentarlas es transformarlas en normas, en conquistas que obligan a todos. Y eso significa pasar por la institucionalización. Entrar en las instituciones, conquistar en ellas espacios a partir de los cuales conseguir transformaciones es una señal de madurez.
Esto tiene riesgos. En 1979 los tuvo. Muchos exponentes de las asociaciones de vecinos entran en las administraciones, consiguen espacios muy importantes, transformaciones, pero, al mismo tiempo, como ha explicado muy bien Marc Andreu, las asociaciones declinan mucho.

Ahora puede pasar lo mismo con los movimientos que han apoyado Ada Colau, Manuela Carmena, las mareas,...
Es uno de los retos que tienen: ver cómo consiguen estar dentro de la institución con capacidad de transformación y, al mismo tiempo, mantener una parte de la ciudadanía movilizada. Si pierden la capacidad de movilización ciudadana les debilitará en sus objetivos institucionales. Y al revés si no consiguen entrar y consolidarse en las instituciones es muy difícil que consoliden sus posiciones.

¿Cuajarán los experimentos de los nuevos ayuntamientos con gobiernos formados en los movimientos sociales o se estrellarán?
Si lo miramos desde la perspectiva urbana, territorial, que es lo que yo he trabajado más, lo que ha pasado es enorme. Si nos hubieran dicho hace cinco años que las mayores ciudades españolas estarían gobernadas por fuerzas políticas derivadas de movimientos ciudadanos no nos lo habríamos creído. Yo no me lo habría creído. Es un gran cambio, extraordinario.
Veo acciones interesantes. Por ejemplo, la coordinación que están haciendo entre las principales ciudades. Si fueran capaces de darle un contenido no sólo político sino también de políticas concretas, esto tendría una capacidad transformadora muy grande. Si todos estos ayuntamientos se ponen de acuerdo en reclamar un nuevo sistema de financiación del transporte público, que es un problema extraordinario que tienen todas las grandes ciudades españolas; si se ponen de acuerdo en impulsar determinadas formas de vivienda; si se ponen de acuerdo en impulsar nuevas formas de gestión de los servicios públicos ... pueden alcanzar grandes metas.
Gobiernos municipales y movimientos pueden actuar juntos, en determinadas acciones. Pueden coproducir políticas. Esto es completamente nuevo y puede dar resultados potentes. Aquí veo una semilla de transformación, de cambio, muy grande.

¿Lo conseguirán?
Eso pasa porque sean capaces de llenarlo de aspectos contingentes, cotidianos, palpables. Si esta coordinación de los gobiernos de las grandes ciudades es capaz de engendrar un programa de actuación de este tipo es una de las derivas más esperanzadoras del escenario político actual.

En Cataluña existe el ingrediente específico del nacionalismo, convertido en independentismo en los últimos años
El factor nacionalista tiene relación con lo que comentaba del renacimiento del lugar, dar más importancia al lugar donde vivimos. Es normal. En un contexto en el que nuestras vidas están gobernadas por flujos que no entendemos y que, clarísimamente, no gobernamos, nuestro espacio cotidiano nos aparece como un mundo comprensible, alcanzable, refugio. Nos preocupa mucho lo que ocurre. Y de ahí esta reemergencia, esta pulsión de destacar mi lugar, mi país, mi nación. En el caso catalán hay, obviamente, la falta de resolución del encaje con España. El fracaso del intento de reforma del Estatuto de 2006 ha sido un factor que la ha exacerbado.
Yo no lo vería necesariamente contradictorio con la evolución de los movimientos sociales. De hecho, el movimiento independentista es ante todo un movimiento. Marina Subirats lo explica muy bien cuando dice que ante el desconcierto había esta ‘utopía disponible'. Es una fórmula muy acertada. Tiene aspectos que pueden llegar a converger con los otros movimientos: 'Votemos', 'Hagamos un referéndum', 'Sepamos lo que la gente quiere verdaderamente' son aspiraciones de radicalidad democrática. Quizás el callejón sin salida en que nos encontramos sería reconducible en este sentido.

Siscu Baiges

2 comentarios:

  1. Sencillamente genial.

    Gran referencia a Maria Subirats (no sé quién es) por el concepto "Utopía disponible" me encanta y explica por si solo una cuestión compleja.

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