martes, 29 de diciembre de 2015

'Teatre tot terreny' devuelve la voz a Carlo Giuliani

Desde el 22 de diciembre, Carlo Giuliani, el joven activista italiano de 23 años que murió el 20 de julio de 2001, durante las manifestaciones multitudinarias que acompañaron a la cumbre del G-8 en Génova, recupera su voz en el teatro Eolia, gracias a la obra "Ragazzo" de la compañía 'Teatro todoterreno'. Giuliani murió por los disparos que le hizo un carabinero desde un jeep atacado por manifestantes y al que él estaba a punto de lanzar un extintor de fuego.
Han pasado más de 14 años de aquel episodio, que cuestionó la calidad democrática de Italia vista la forma como convirtió Génova en una ciudad sometida a asedio policial y la violencia con la que los cuerpos de seguridad actuaron contra los asistentes a la contra-cumbre. Se cálcula que cerca de medio millón de personas participaron en los actos alternativos a la reunión de los jefes de Estado de los países más ricos del mundo.
Algunos de los participantes en la contra-cumbre han pasado por el teatro Eòlia y han revivido aquellos días de tensión y protesta viendo el monólogo de Oriol Pla, dirigido por Lali Álvarez. Se han encontrado con el Giuliani que se debatía entre ir a la playa con un amigo o participar en las manifestaciones. Este lunes 28, el periodista Jesús Rodríguez explicó, emocionado, como la interpretación de Pla le había golpeado extraordinariamente, y como temió por su vida cuando los agentes anti-disturbios entraron en la escuela Díaz, donde vivían y trabajaban muchos de los asistentes invitados por el Foro Social de Génova. El presidente del Instituto de Derechos Humanos de Cataluña, David Bondia, y el responsable de Comunicación de Amnistía Internacional, Dani Vilaro, también alertaron de las agresiones a los derechos fundamentales que se pretenden justificar con la defensa de la seguridad o la lucha contra el terrorismo .



Desde el público asistente a este coloquio –“Génova, 14 años después. ¿Dónde está la Europa democrática?”-, en el que participaron también Oriol Pla y Lali Alvarez, además de la performer y actriz Agnès Mateus, se destacó la necesidad de hacer y programar este tipo de teatro comprometido y recuperar el teatro-foro como herramienta de concienciación social.
La obra, un trabajo hecho con esfuerzo, voluntarismo y rigor, ha tardado más de dos años en estrenarse. En el teatro Eòlia se puede ver hasta el 10 de enero. La implicación y la denuncia de “Ragazzo” merecen ser vistas y escuchadas más allá de esa fecha.

EQUIPO
Ragazzo: Oriol Pla
Autorí y dirección: Lali Álvarez Garriga
Ayudante de dirección: Quimet Pla
Diseño de luces: Núria Solina
Diseño de sonido: Pau Matas
Asistente: Irene Vicente
Utillería: Marta Garolera
Foto: Clàudia Serrahima
Temas musicales: Zoo
Colaboraciones Aleix Aguilà i Isaac Domínguez


Video dedicat a Carlo Giuliani



Siscu Baiges

‘Teatre tot terreny’ torna la veu a Carlo Giuliani

Des del 22 de desembre, Carlo Giuliani, el jove activista italià de 23 anys que va morir el 20 de juliol de 2001, durant les manifestacions multitudinàries que van acompanyar la cimera del G-8 a Gènova, recupera la seva veu al teatre Eòlia, gràcies a l’obra “Ragazzo” de la companyia ‘Teatre tot terreny’. Giuliani va morir pels trets que li va disparar un carabiner des d’un jeep atacat per manifestants i al qual ell era a punt de llançar-li un extintor de foc.
Han passat més de 14 anys d’aquell episodi, que va qüestionar la qualitat democràtica d’Itàlia vista la forma com va convertir Gènova en una ciutat sotmesa a setge policial i la violència amb què els cossos de seguretat van actuar contra els assistents a la contra-cimera. Es calcul·la que prop de mig milió de persones van participar en els actes alternatius a la reunió dels caps d’Estat dels països més rics del món.
Alguns dels participants a la contra-cimera han passat pel teatre Eòlia i han reviscut aquells dies de tensió i protesta veient el monòleg d’Oriol Pla, dirigit per Lali Álvarez. S’han trobat amb el Giuliani que es debatia entre anar a la platja amb un amic o participar a les manifestacions. Aquest dilluns 28, el periodista Jesús Rodríguez va explicar, emocionat, com la interpretació de Pla l’havia colpit extraordinàriament, i com va témer per la seva vida quan els agents anti-disturbis van entrar a l’escola Díaz, on vivien i treballaven molts dels assistents convidats pel Fòrum Social de Gènova. El president de l’Institut de Drets Humans de Catalunya, David Bondia, i el responsable de Comunicació d’Amnistia Internacional, Dani Vilaró, també van alertar de les agressions als drets fonamentals que es pretenen justificar amb la defensa de la seguretat o la lluita contra el terrorisme.



Des del públic assistent a aquest col·loqui –“Gènova, 14 anys després. On és l’Europa democràtica?”-, en el qual hi van participar també Oriol Pla i Lali Álvarez, a més de la performer i actriu Agnès Mateus, es va destacar la necessitat de fer i programar aquest tipus de teatre compromès i recuperar el teatre-fòrum com a eina de conscienciació social.
L’obra, un treball fet amb esforç, voluntarisme i rigor, ha trigat més de dos anys en prendre cos. Al teatre Eòlia es pot veure fins el 10 de gener. La implicació i denúncia de “Ragazzo” mereixen ser vistes i escoltades més enllà d’aquesta data.

EQUIP
Ragazzo: Oriol Pla
Autoria i direcció: Lali Álvarez Garriga
Ajudant de direcció: Quimet Pla
Disseny de llums: Núria Solina
Disseny de So: Pau Matas
Assistent: Irene Vicente
Utilleria: Marta Garolera
Foto: Clàudia Serrahima
Temes musicals: Zoo
Col.laboracions Aleix Aguilà i Isaac Domínguez




Siscu Baiges

sábado, 26 de diciembre de 2015

Oriol Nel•lo, geógrafo y autor de "La ciudad en movimiento"

“Si los nuevos gobiernos municipales pierden la capacidad de movilización ciudadana quedarán muy debilitados”


El geógrafo Oriol Nel•lo se adentra en el análisis de los nuevos movimientos urbanos que ponen en cuestión el sistema político y social actuales. Se plantea los orígenes, hacia dónde van y qué futuro pueden tener propuestas salidas de la ciudadanía que han llevado a representantes de estos movimientos a las alcaldías de Barcelona, ​​Madrid o Coruña. Lo hace en el libro "La ciudad en movimiento: crisis social y respuesta ciudadana" ('Díaz & Pons Editores').

¿De donde viene su interés por los movimientos sociales?
Toda mi vida me he ocupado de temas urbanos. Cuando estudias la ciudad te das cuenta de que no son sólo las instituciones, las empresas, los técnicos, los que las configuran. Hay otros agentes que condicionan, que construyen ciudad, y unos de los más decisivos son los movimientos sociales.
Cuando llegué al Parlamento, en 1999, en representación de una fuerza política nueva, me vino a ver, día tras día, semana tras semana, una cantidad enorme de gente para hablar de conflictos territoriales: molinos eólicos, escuelas, vertederos, paisaje,... En ese momento, existía la idea de la cultura del No, la cultura del NIMBY ('Not in my back yard', 'No en mi patio trasero'. Unos lo veían como puro egoísmo de los que no quieren en su casa lo que aceptarían en casa de cualquier otro y otros lo defendían como la semilla de una nueva cultura democrática, una nueva cultura del territorio. Desde mi perspectiva personal, política, con una interpretación optimista, me gustaría más que fuera la segunda idea que la primera. Claramente no era la primera pero no acababa de ver que fuese la segunda. Del cuestionamiento de estos principios salió el libro '¡Aquí, no!'.
Compañeros de cinco universidades públicas catalanas analizamos dieciséis casos. Vimos que intervenían elementos como el aumento de la importancia del lugar en el contexto de la globalización. La paradoja de que en un juego de todos contra todos aquello en lo que te especializas pasa a ser muy importante. O la idea del lugar como refugio, del paisaje como identidad. O cosas más contingentes como las carencias de la administración.

Tras el "¡Aquí, no!" vino "Barrios y crisis"
Lo hicimos en el marco del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB (IGOP). Estaban interesados ​​por las iniciativas de innovación social. Quizás son más 'prácticas' que 'movimientos' sociales: bancos de tiempo, nuevas formas de producción, cooperativas de consumo, plataformas de afectados por la hipoteca, esplais solidarios,... Las contrastamos con la evolución de la ciudad y, en particular, con la forma como los grupos sociales están asentados.
En todos estos estudios, además de la preocupación académica está la interpelación de lo cotidiano. Como por ejemplo lo que está pasando ahora mismo a nivel institucional, que hace que Barcelona, ​​Madrid, Santiago, Cádiz, Zaragoza, Valencia (según como lo mires), están gobernadas, de repente, por personas que proceden no de fuerzas políticas establecidas sino de movimientos sociales. Esto no había pasado, quizás, ni en 1979. Es una interpelación muy fuerte.
Es a este conjunto de cuestiones al que trata de dar salida "La ciudad en movimiento". Quiere no tanto dar respuestas sino plantear estas cuestiones de manera que quien lo lea piense y actúe en consecuencia. Reivindico que al escribirlo tenía una voluntad académica y otra directamente política. Qué hacemos como ciudadanos ante esta realidad.

La primera pregunta que se plantea es el impacto de la crisis sobre la ciudad
Los movimientos de los que hablamos han tenido una proliferación extraordinaria en los últimos años. Tienen un empuje enorme. Uno de los mitos que ha habido es que la crisis no ha ido acompañada de conflicto social. El anuario del Ministerio del Interior, que es una fuente poco explotada, incluye, por ejemplo, la relación de las acciones colectivas disruptivas, las manifestaciones, por comunidades autónomas y por provincias, por temas y organizadores, año tras año. Es espectacular el aumento del número de manifestaciones que se produce entre los años 2006, 2007, y los años 2011, 2012. Se multiplican por diez. Hay una ebullición y un cambio de temática.
Si, de 1996 a 2007, la temática principal de muchos de los conflictos había sido la defensa del territorio, la calidad de vida, el medio ambiente, el impacto de la crisis hace emerger cada vez con más fuerza los temas sociales.
Si los movimientos crecen y cambian de carácter, ¿qué relación tienen con la evolución y lo que pasa en la ciudad? Es de lo que trata la primera parte del libro.

Considera que la relación entre crisis, ciudad y territorio ha sido menospreciada en el análisis político y social
Así es. En cambio es uno de los aspectos fundamentales de las transformaciones sociales que estamos viviendo. A todos los niveles de escala. Al nivel de escala planetaria es, precisamente, la capacidad del capital de liberarse de sus raíces territoriales lo que rompe el equilibrio entre capital y trabajo. Después de la Segunda Guerra Mundial en todas partes o en España después del inicio de la transición se estableció un pacto según el cual los grupos sociales subalternos aceptaban las reglas de juego capitalista a cambio de la promesa de una mejora continuada de las condiciones de vida, de la salvaguarda de unos derechos básicos y de una vejez segura. Es esto lo que se ha roto ahora y si esto se ha roto es porque en un contexto de globalización económica el capital puede moverse territorialmente con plena libertad mientras que los otros siguen ligados al territorio como si fueran siervos.
Esta variable territorial es a menudo poco comentada. Como también es poco comentado que lo que pasa en la ciudad, donde vive la gran mayoría de la población, tiende a incrementar los efectos de la crisis.

¡Qué paradoja!
La tradición del urbanismo europeo había conseguido que la forma como unos y otros viven en la ciudad -los que menos tienen y los que más tienen- fuese ciertamente diversa pero la distancia en el acceso a los servicios, en la calidad de la vivienda, etcétera, era más pequeña que la que los separa en términos de renta. En términos de renta puede haber un salto de 1 a 12 o de 1 a 20. En términos de acceso a los servicios, de calidad del entorno, la distancia no era tan grande.
Con la desregulación de las políticas y el aumento de la segregación urbana, la separación entre la forma como viven en la ciudad los grupos sociales se va pareciendo cada vez más a la distancia que los separa en términos de renta. Esto amplifica y hace más grave el impacto de la crisis. La función compensadora, atemperadora de las desigualdades sociales que tenían las ciudades, tiende a perderse. Por tanto, no es de extrañar que surjan muchos movimientos, iniciativas que no sólo tienen la ciudad como escenario sino que se plantean la ciudad como objeto de reivindicación. ¿Cómo funciona? ¿Qué se puede hacer para mejorarla, para que los servicios lleguen a todas partes? Esta es la relación que existe entre el impacto de la crisis y la emergencia tan fuerte de los movimientos urbanos.



¿Qué cuestiones ponen sobre la mesa los movimientos sociales?
Esencialmente tres. La primera, el patrimonio colectivo, los bienes comunes, el agua, el espacio público, los equipamientos, los servicios y los derechos. En un contexto en el que este patrimonio colectivo es o privatizado o está bajo ataque, los movimientos lo defienden y también buscan formas alternativas de proveerse de estos bienes o servicios, al margen de las instituciones o del estado. Los bancos de alimentos, los bancos de tiempo, las ocupaciones,... Las empresas, el Estado, no nos garantizan estos bienes. Creemos, pues, espacios de autonomía social que lo hagan.
La segunda cuestión es la justicia social, el derecho a la ciudad. En una ciudad que tiende a hacerse cada vez más desigual, los movimientos plantean que no sólo todo el mundo debe tener un acceso razonadamente equitativo a la renta y a los servicios sino que la ciudad entera debe tener una calidad mínima. En todas partes debe haber una cierta dignidad urbana.
Y la tercera cuestión es la calidad democrática. Cuando las formas institucionales de representación, los partidos políticos tienen muchas dificultades para canalizar las pulsiones e iniciativas ciudadanas, los movimientos plantean una mayor transparencia, proximidad, nuevas formas de gestión,...

¿Tienen suficiente capacidad para incidir en estas cuestiones?
El sociólogo Manuel Castells, en el libro "La ciudad y las masas", hace 30 años, ya afirmaba que los movimientos urbanos plantean los grandes temas de nuestro tiempo pero que quizás no lo hacen ni en la escala ni con los medios adecuados. Podemos tener la tentación de decir esto. Sin duda para dar respuesta global a problemas globales, cada uno de estos movimientos no tiene suficiente entidad. A base de huertos urbanos no resolveremos el problema del cambio climático. Pero estos movimientos ponen en marcha procesos que están teniendo unos efectos importantes: cambio de la agenda política, transformaciones institucionales, la forma en que muchos ayuntamientos -y no sólo ayuntamientos- están adoptando formas nuevas de gestión y prestación de servicios,...

Ada Colau, Manuela Carmena… ¿pueden aspirar a hacer grandes cambios de fondo en nuestra sociedad?
Esto depende en muy buena medida, del carácter y la solidez de los movimientos que han impulsado los cambios. Estos responden de manera muy mayoritaria a impulsos solidarios, a esperanzas y indignaciones perfectamente justificadas. Pero tienen también sus debilidades.
Muchos de los movimientos urbanos mitifican el pasado. Tienen una cierta voluntad de volver a un pasado mítico que quizás no ha existido. Por ejemplo, es dudoso que en la sociedad pre-capitalista donde había una mayor propiedad comunal no hubiera tensiones e injusticias enormes, aunque la propiedad privada no tenía el mismo papel que ahora.
También se mitifica la comunidad. En una sociedad cada vez más rota, más individualista, todos tenemos la necesidad de pertenecer a un club, a una comunidad, pero las comunidades tienen intereses contrastados e, incluso, en ocasiones, contradictorios. Es difícil, dudoso, que la solución pase por los municipios libres.
Hay que analizar quiénes son los protagonistas de estos movimientos. En mucha de la literatura sobre los movimientos sociales, el análisis de las características sociales casi no está. Analizamos movimientos sociales sin tener en cuenta el componente social. No digo que haya que ir a perseguir el 'carácter de clase' del movimiento, como decían nuestros padres, pero debemos entender que la acción colectiva se produce seguramente porque las personas tienen unos intereses y unas necesidades que están en muy buena medida condicionados por el lugar que ocupan en la sociedad.
No nos podemos detener en decir que hay un corte generacional y, por tanto, que son los jóvenes los que impulsan los movimientos. O que hay un corte tecnológico y que son los nativos digitales. Sin duda, esto contribuye a explicarlo y también las formas de movilización y la mayor propensión a participar. Pero hay otro aspecto a tener en cuenta: ¿Quiénes son estos movimientos en la sociedad? A quién representan mayoritariamente? De ello depende su capacidad transformadora.

En "Barrios y crisis" se analizaba la segregación urbana con mapas
Hicimos los mapas de segregación urbana, Cogimos todas las secciones censales de Cataluña y buscamos allí donde se reúnen las situaciones de segregación extrema, los barrios de renta más baja y los de renta más alta. En la Región Metropolitana de Barcelona sale muy claramente dibujado el corredor del Besòs, el eje del Ripoll, algunos barrios de L'Hospitalet, las urbanizaciones nacidas de parcelaciones ilegales de los años sesenta o setenta.
Si la capacidad de elegir el lugar de residencia es el resultado de la relación entre el nivel de ingresos que tiene un individuo o una familia y el precio del suelo y la vivienda, los que tienen menos recursos también tienen menos posibilidades de elegir dónde asentarse. Van a parar allí donde los precios son más bajos. Lo curioso es que la segregación actúa también y con muchísima fuerza no con respecto a los que menos tienen sino a los que más tienen. Su tendencia a separarse de los demás es también muy fuerte. Y los encontramos en los municipios del interior del Maresme, la corona que va por Les Corts, Pedralbes, Sarrià-Sant Gervasi,... Y por otro lado, por detrás de Collserola, Matadepera, ...
E hicimos también el mapa de la innovación social. El IGOP encontró setecientas iniciativas de innovación social. Las hicimos cartografiar y nos salió Gracia, Vallcarca, Horta-Guinardó, Sant Andreu, Sant Martí, Sants-Montjuïc, etcétera... Cuando miramos los dos mapas vemos que las iniciativas de innovación social no se concentran  en los barrios más segregados por arriba o por abajo.

En teoría se podría pensar que estos movimientos estarían en los barrios con más necesidades
No parece que sea así porque hay una relación también entre el capital social que tiene la gente en los barrios y su capacidad de organizarse. En un barrio donde ha habido un gran recambio de población, donde se ha cambiado el 40, el 50, o el 60% de la población, como ha ocurrido en algunos, en el periodo 1.996-2007, o donde hay una grave situación de desestructuración familiar y de descomposición social, la capacidad de organizarse para dar respuesta es más pequeña.
Es interesante y bastante preocupante. Las iniciativas que son del todo necesarias para paliar los efectos de la crisis y plantear alternativas están todavía circunscritas a barrios que tienen más capacidad de dar respuesta que otros que están en una situación peor.

¿Este hecho tiene repercusiones a nivel político y electoral?
Seguro que sí. Es muy difícil de encontrar la relación causal pero está claro que sí. En muchas de las elecciones celebradas hasta ahora, si comparamos la participación en los barrios segregados por arriba, por abajo y los intermedios, nos sale que casi no hay ninguna sección censal en los barrios segregados inferiores que tengan más propensión a participar que la media mientras que casi todas las secciones censales de los segregados por arriba tienen mayor tendencia a participar que la media.
Esto introduce un sesgo muy importante en los resultados electorales. Si los que menos tienen tuvieran la misma propensión a votar que los demás sectores sociales los resultados serían muy diferentes. Será muy interesante, cuando dispongamos de datos detallados, ver cuál ha sido el comportamiento electoral de los diversos barrios en las elecciones del 20-D.

¿Cambiarían mucho los resultados electorales?
Normalmente, nos explican la distribución política como un juego de cuatro cuadrantes, con los valores derecha-izquierda y catalanismo-españolismo. Los movimientos sociales nuevos indican que con esta distribución no es suficiente. Que hay, al menos, un eje que tiene en un lado la mayor implicación, participación de los vecinos y en el otro el carácter más gerencial, institucional, profesional de la política.
Uno de los temas que plantean con mucha fuerza los movimientos urbanos es esta cuestión. No sólo el tema social o nacional sino el de la calidad democrática, la forma de hacer política. Fuerzas políticas que no están tan alejadas en el eje nacional o izquierda-derecha se diferencian, aparentemente o realmente, por su posición en la transparencia, la proximidad, las nuevas formas de gestión, la organización de la propia fuerza política,. ..



En el libro dice que los movimientos sociales han cambiado de objetivos, que les preocupan cosas diferentes que hace unos años
Han tenido un cambio de carácter. En el período anterior muchos de los movimientos se caracterizaban por ser muy defensivos. Se denominaban 'Salvemos', 'Defendamos', ... Eran reactivos. Ante una agresión exterior se defendían, reaccionaban. Eran locales, monotemáticos en la mayoría de los casos. Se centraban en un tema y un lugar concreto. A menudo reivindicaban un cierto carácter apolítico: 'Defendemos la tierra, no hacemos política', 'Con las instituciones, con los políticos no queremos saber nada',...
No en todos los movimientos pero en muchos se está pasando de una actitud reactiva, defensiva, a una actitud más ofensiva, propositiva, tal vez forzados por la misma situación de crisis. Lo que era muy local tiende a articularse a niveles diversos. Los temas ya no son tan aislados y dan lugar a programas más globales. Y, por último, quizás lo más interesante es que en vez de decantarse por la antipolítica hacen política y dicen que la hacen. Más aún, se proponen conseguir espacios institucionales.

Y lo han hecho
Los analistas clásicos de los movimientos sociales dicen que lo que les permite conquistar sus metas y asentarlas es transformarlas en normas, en conquistas que obligan a todos. Y eso significa pasar por la institucionalización. Entrar en las instituciones, conquistar en ellas espacios a partir de los cuales conseguir transformaciones es una señal de madurez.
Esto tiene riesgos. En 1979 los tuvo. Muchos exponentes de las asociaciones de vecinos entran en las administraciones, consiguen espacios muy importantes, transformaciones, pero, al mismo tiempo, como ha explicado muy bien Marc Andreu, las asociaciones declinan mucho.

Ahora puede pasar lo mismo con los movimientos que han apoyado Ada Colau, Manuela Carmena, las mareas,...
Es uno de los retos que tienen: ver cómo consiguen estar dentro de la institución con capacidad de transformación y, al mismo tiempo, mantener una parte de la ciudadanía movilizada. Si pierden la capacidad de movilización ciudadana les debilitará en sus objetivos institucionales. Y al revés si no consiguen entrar y consolidarse en las instituciones es muy difícil que consoliden sus posiciones.

¿Cuajarán los experimentos de los nuevos ayuntamientos con gobiernos formados en los movimientos sociales o se estrellarán?
Si lo miramos desde la perspectiva urbana, territorial, que es lo que yo he trabajado más, lo que ha pasado es enorme. Si nos hubieran dicho hace cinco años que las mayores ciudades españolas estarían gobernadas por fuerzas políticas derivadas de movimientos ciudadanos no nos lo habríamos creído. Yo no me lo habría creído. Es un gran cambio, extraordinario.
Veo acciones interesantes. Por ejemplo, la coordinación que están haciendo entre las principales ciudades. Si fueran capaces de darle un contenido no sólo político sino también de políticas concretas, esto tendría una capacidad transformadora muy grande. Si todos estos ayuntamientos se ponen de acuerdo en reclamar un nuevo sistema de financiación del transporte público, que es un problema extraordinario que tienen todas las grandes ciudades españolas; si se ponen de acuerdo en impulsar determinadas formas de vivienda; si se ponen de acuerdo en impulsar nuevas formas de gestión de los servicios públicos ... pueden alcanzar grandes metas.
Gobiernos municipales y movimientos pueden actuar juntos, en determinadas acciones. Pueden coproducir políticas. Esto es completamente nuevo y puede dar resultados potentes. Aquí veo una semilla de transformación, de cambio, muy grande.

¿Lo conseguirán?
Eso pasa porque sean capaces de llenarlo de aspectos contingentes, cotidianos, palpables. Si esta coordinación de los gobiernos de las grandes ciudades es capaz de engendrar un programa de actuación de este tipo es una de las derivas más esperanzadoras del escenario político actual.

En Cataluña existe el ingrediente específico del nacionalismo, convertido en independentismo en los últimos años
El factor nacionalista tiene relación con lo que comentaba del renacimiento del lugar, dar más importancia al lugar donde vivimos. Es normal. En un contexto en el que nuestras vidas están gobernadas por flujos que no entendemos y que, clarísimamente, no gobernamos, nuestro espacio cotidiano nos aparece como un mundo comprensible, alcanzable, refugio. Nos preocupa mucho lo que ocurre. Y de ahí esta reemergencia, esta pulsión de destacar mi lugar, mi país, mi nación. En el caso catalán hay, obviamente, la falta de resolución del encaje con España. El fracaso del intento de reforma del Estatuto de 2006 ha sido un factor que la ha exacerbado.
Yo no lo vería necesariamente contradictorio con la evolución de los movimientos sociales. De hecho, el movimiento independentista es ante todo un movimiento. Marina Subirats lo explica muy bien cuando dice que ante el desconcierto había esta ‘utopía disponible'. Es una fórmula muy acertada. Tiene aspectos que pueden llegar a converger con los otros movimientos: 'Votemos', 'Hagamos un referéndum', 'Sepamos lo que la gente quiere verdaderamente' son aspiraciones de radicalidad democrática. Quizás el callejón sin salida en que nos encontramos sería reconducible en este sentido.

Siscu Baiges

Oriol Nel•lo, geògraf i autor de “La ciutat en moviment”

"Si els nous governs municipals perden la capacitat de mobilització ciutadana quedaran molt afeblits"


El geògraf Oriol Nel·lo s’endinsa en l’anàlisi dels nous moviments urbans que posen en qüestió el sistema polític i social actuals. Es planteja els origens, cap on van i quin futur poden tenir propostes sortides de la ciutadania que han portat representants d’aquests moviments a l’alcaldia de Barcelona, Madrid o Corunya. Ho fa en el llibre “La ciutat en moviment: crisi social i resposta ciutadana” (‘Díaz & Pons Editores’).

D’on ve el seu interès pels moviments socials?
Tota la meva vida m’he ocupat de temes urbans. Quan estudies la ciutat t’adones que no són només les institucions, les empreses, els tècnics, els qui van configurant-les. Hi ha d’altres agents que condicionen, que construeixen ciutat, i uns dels més decisius són els moviments socials.
Quan vaig arribar al Parlament, l’any 1999, en representació d’una força política nova, em va venir a veure, dia rere dia, setmana rere setmana, una quantitat enorme de gent per parlar de conflictes territorials: molins eòlics, escoles, abocadors, paisatge,... En aquell moment, hi havia la idea de la cultura del No, la cultura del NIMBY (‘Not in my back yard’, ‘No el meu pati del darrera’. Uns ho veien com pur egoisme dels que no volen a casa seva allò que acceptarien a casa de qualsevol altre i d’altres ho defensaven com la llavor d’una nova cultura democràtica, una nova cultura del territori. Des de la meva perspectiva personal, política, amb una interpretació optimista, m’agradaria més que fos la segona idea que la primera. Clarament no era el primer però no acabava de veure que fos el segon. Del qüestionament d’aquests principis va sortir el llibre ‘Aquí, no!’.
Companys de cinc universitats públiques catalanes vam analitzar setze cassos. Vam veure que hi jugaven elements com l’augment de la importància del lloc en el context de la globalització. La paradoxa que en un joc de tots contra tots allò en què t’especialitzes passa a ser molt important. O la idea del lloc com a refugi, del paisatge com a identitat. O coses més contingents com les mancances de l’administració.

Després del “Aquí, no!” va venir “Barris i crisi”
El vam fer en el marc de l’Institut de Govern i Polítiques Públiques de la UAB (IGOP). Estaven interessats per les iniciatives d’innovació social. Potser són més ‘pràctiques’ que ‘moviments’ socials: bancs de temps, noves formes de producció, cooperatives de consum, plataformes d’afectats per la hipoteca, esplais solidaris,... Vam contrastar-les amb l’evolució de la ciutat i, en particular, amb la forma com els grups socials hi estan assentats.
En tots aquests estudis, a part de la preocupació acadèmica hi ha la interpel·lació de la quotidianitat. Com per exemple el que està passant ara mateix a nivell institucional, que fa que Barcelona, Madrid, Santiago, Cadis, Saragossa, València (segons com t’ho miris), estan governades, de cop, per persones que procedeixen no de forces polítiques establertes sinó de moviments socials. Això no havia passat ni, potser, l’any 1979. És una interpel·lació molt forta.
És a aquest conjunt de qüestions al que tracta de donar sortida “La ciutat en moviment”. Vol no tant donar respostes sinó plantejar aquestes qüestions de manera que qui el llegeixi hi pensi i actuï en conseqüència. Reivindico que en escriure’l tenia una voluntat acadèmica i una altra directament política. Què fem com a ciutadans davant d’aquesta realitat.

La primera pregunta que es planteja és l’impacte de la crisi sobre la ciutat
Els moviments dels quals parlem han tingut una proliferació extraordinària els darrers anys. Tenen una empenta enorme. Un dels mites que hi ha hagut és que la crisi no ha anat acompanyada de conflicte social. L’anuari del ministeri de l’Interior, que és una font poc explotada, inclou, per exemple, la relació de les accions col·lectives disruptives, les manifestacions, per comunitats autònomes i per províncies, per temes i organitzadors, any rere any. És espectacular l’augment del nombre de manifestacions que es produeix entre els anys 2006, 2007, i els anys 2011, 2012. Es multipliquen per deu. Hi ha una ebullició i un canvi de temàtica.
Si, del 1996 al 2007, la temàtica principal de molts dels conflictes havia estat la defensa del territori, la qualitat de vida, el medi ambient, l’impacte de la crisi fa emergir cada cop amb més força els temes socials.
Si els moviments creixen i canvien de caràcter, quina relació tenen amb l’evolució i allò que passa a la ciutat? És del que tracta la primera part del llibre.

Considera que la relació entre crisi, ciutat i territori ha estat menystinguda en l’anàlisi política i social
Així és. En canvi és un dels aspectes fonamentals de les transformacions socials que estem vivint. A tots els nivells d’escala. Al nivell d’escala planetària és, precisament, la capacitat del capital d’alliberar-se de les seves arrels territorials allò que trenca l’equilibri entre capital i treball. Després de la Segona Guerra Mundial arreu o a Espanya després de l’inici de la transició es va establir un pacte segons el qual els grups socials subalterns acceptaven les regles de joc capitalista a canvi de la promesa d’una millora continuada de les condicions de vida, de la salvaguarda d’uns drets bàsics i d’una vellesa segura. És això el que s’ha trencat ara i si això s’ha trencat és perquè en un context de globalització econòmica el capital es pot moure territorialment amb plena llibertat mentre que els altres segueixen lligats al territori com si fossin serfs de la gleva.
Aquesta variable territorial és sovint poc comentada. Com també és poc comentat que allò que passa a la ciutat, on viu la gran majoria de la població, tendeix a incrementar els efectes de la crisi.

Quina paradoxa
La tradició de l’urbanisme europeu havia aconseguit que la forma com uns i altres viuen a la ciutat –els que menys tenen i els que més tenen- fos certament diversa però la distància en l’accés als serveis, en la qualitat de l’habitatge, etcètera, era més petita que la que els separava en termes de renda. En termes de renda pot haver–hi un salt d’1 a 12 o d’1 a 20. En termes d’accés als serveis, de qualitat de l’entorn, la distància no havia estat tan gran.
Amb la desregulació de les polítiques i l’augment de la segregació urbana, la separació entre la forma com viuen a la ciutat els grups socials es va semblant cada vegada més a la distància que els separa en termes de renda. Això amplifica i fa més greu l’impacte de la crisi. La funció compensadora, temperadora de les desigualtats socials que tenien les ciutats, tendeix a perdre’s. Per tant, no ens ha d’estranyar que sorgeixin un munt de moviments, d’iniciatives que no només tenen la ciutat com a escenari sinó que es plantegen la ciutat com a objecte de reivindicació. Com funciona? Què es pot fer per millorar-la, perquè els serveis arribin a tot arreu? Aquesta és la relació que hi ha entre l’impacte de la crisi i l’emergència tan forta dels moviments urbans.

Quines qüestions posen sobre la taula els moviments socials?
Essencialment tres. La primera, el patrimoni col·lectiu, els béns comuns, l’aigua, l’espai públic, els equipaments, els serveis i els drets. En un context en què aquest patrimoni col·lectiu és o privatitzat o està sota atac, els moviments el defensen i també cerquen formes alternatives de proveir-se d’aquests béns o serveis, al marge de les institucions o l’estat. Els bancs d’aliments, els bancs de temps, les ocupacions,... Les empreses, l’Estat, no ens garanteixen aquests béns, doncs creem espais d’autonomia social que ho facin.
La segona qüestió és la justícia social, el dret a la ciutat. En una ciutat que tendeix a fer-se cada cop més desigual, els moviments plantegen que no només tothom ha de tenir accés enraonadament equitatiu a la renda i els serveis sinó que la ciutat sencera ha de tenir una qualitat mínima. A tot arreu hi ha d’haver una certa dignitat urbana.
I la tercera qüestió és la qualitat democràtica. Quan les formes institucionals de representació, els partits polítics tenen moltes dificultats de canalitzar les pulsions i iniciatives ciutadanes, els moviments plantegen una major transparència, proximitat, noves formes de gestió,...

Tenen prou capacitat per incidir en aquestes qüestions?
El sociòleg Manuel Castells, al llibre “La ciutat i les masses”, ara fa 30 anys, ja afirmava que els moviments urbans plantegen els grans temes del nostre temps però que potser no ho fan ni a l’escala ni amb els mitjans adequats. Podem tenir la temptació de dir això. Sens dubte per donar resposta global a problemes globals, cada un d’aquests moviments no té prou entitat. A base d’horts urbans no resoldrem el problema del canvi climàtic. Però aquests moviments posen en marxa processos que estan donant uns efectes importants: canvi de l’agenda política, transformacions institucionals, la manera com molts ajuntaments –i no només ajuntaments- estan adoptant formes noves de gestió i prestació de serveis,...



Ada Colau, Manuela Carmena... poden aspirar a fer grans canvis de fons a la nostra societat?
Això depèn en molt bona mesura, del caràcter i la solidesa dels moviments que han impulsat els canvis. Aquests responen de manera molt majoritària a impulsos solidaris, a esperances i a indignacions perfectament justificades. Però tenen també les seves febleses.
Molts dels moviments urbans mitifiquen el passat. Tenen una certa voluntat de tornar a un passat mític que potser no ha existit. Per exemple, és ben dubtós que a la societat pre-capitalista on hi havia una major propietat comunal no hi haguessin tensions i injustícies enormes, tot i que la propietat privada no hi tenia el mateix paper que ara.
També es mitifica la comunitat. En una societat que es fa cada cop més trencada, més individualista, tots tenim la necessitat de pertànyer a un club, una comunitat, però les comunitats tenen interessos contrastats i, fins i tot, en ocasions, contradictoris. És difícil, dubtós, que la solució passi pels municipis lliures.
Cal analitzar qui són els protagonistes d’aquests moviments. A molta de la literatura sobre els moviments socials, l’anàlisi de les característiques socials quasi no hi és. Analitzem moviments socials sense tenir en compte el component social. No dic que calgui anar a perseguir el ‘caràcter de classe’ del moviment, que deien els nostres pares, però hem d’entendre que l’acció col·lectiva es produeix segurament perquè les persones tenen uns interessos i unes necessitats que estan en molt bona mesura condicionats pel lloc que ocupen a la societat.
No ens podem aturar en dir que hi ha un tall generacional i, per tant, són els joves els que impulsen els moviments. O que hi ha un tall tecnològic i són els nadius digitals. Sense dubte, això contribueix a explicar-ho i també les formes de mobilització i la major propensió a participar-hi. Però hi ha un altre aspecte a tenir en compte: Qui són aquests moviments a la societat? A qui representen majoritàriament? D’això en depèn la seva capacitat transformadora.

A “Barris i crisi” analitzaven la segregació urbana amb mapes
Vam fer els mapes de segregació urbana, Vam agafar totes les seccions censals de Catalunya i vam buscar allà on s’apleguen les situacions de segregació extrema, els barris de renda més baixa i els de renda més alta. A la Regió Metropolitana de Barcelona surt molt clarament dibuixat el corredor del Besòs, l’eix del Ripoll, alguns barris de l’Hospitalet, les urbanitzacions nascudes de parcel·lacions il·legals dels anys seixanta o setanta.
Si la capacitat de triar lloc de residència és el resultat de la relació entre el nivell d’ingressos que té un individu o una família i el preu del sòl i l’habitatge, els que tenen menys recursos també tenen menys possibilitats de triar on assentar-se. Han d’anar a raure allà on els preus són més baixos. La cosa curiosa és que la segregació actua també i amb moltíssima força no pel que fa als que menys tenen sinó pels que més tenen. La seva tendència a separar-se dels altres és també molt forta. I els trobem als municipis de l’interior del Maresme, la corona que va per Les Corts, Pedralbes, Sarrià-Sant Gervasi,... I per l’altra costat, per darrera de Collserola, Matadepera,...
I vam fer també el mapa de la innovació social. L’IGOP va trobar set-centes iniciatives d’innovació social. Les vam cartografiar i ens va sortir Gràcia, Vallcarca, Horta-Guinardó, Sant Andreu, Sant Martí, Sants-Montjuïc, etcètera... Quan mirem els dos mapes veiem que les iniciatives d’innovació social no es concentren als barris més  segregats per dalt o per baix.

En teoria es podria pensar que aquests moviments estarien als barris amb més necessitats
No sembla que sigui així perquè hi ha una relació també entre el capital social que té la gent als barris i la seva capacitat d’organitzar-se. A un barri on hi ha hagut un gran recanvi de població, on s’ha canviat el 40, el 50, o el 60% de la població, com ha ocorregut en alguns, en el període 1996-2007, o on hi ha una greu situació de desestructuració familiar i de descomposició social, la capacitat d’organitzar-se per donar resposta és més petita.
És interessant i força preocupant. Les iniciatives que són del tot necessàries per pal·liar els efectes de la crisi i plantejar alternatives estan encara circumscrites a barris que tenen més capacitat de donar resposta que d’altres que estan en una situació pitjor.

Aquest fet té repercussions a nivell polític i electoral?
Segur que sí. És molt difícil de trobar la relació causal però és clar que sí. En moltes de les eleccions celebrades fins ara, si comparem la participació als barris segregats per dalt, per baix i els intermedis, ens surt que gairebé no hi ha cap secció censal als barris segregats inferiors que tinguin més propensió a participar que la mitjana mentre que gairebé totes les seccions censals dels segregats per dalt tenen major tendència a participar que la mitjana.
Això introdueix un biaix molt important en els resultats electorals. Si els que menys tenen tinguessin la mateixa propensió a votar que els altres sectors socials els resultats serien molt diferents. Serà molt interessant, quan disposem de dades detallades, veure quin ha estat el comportament electoral dels diversos barris en les eleccions del 20-D.

Canviarien molt els resultats electorals?
Normalment, ens expliquen la distribució política com un joc de quatre quadrants, amb els valors dreta-esquerra i catalanisme-espanyolisme. Els moviments socials nous indiquen que amb aquesta distribució no n’hi ha prou. Que hi ha, com a mínim, un eix que té en un costat la major implicació, participació dels veïns i en l’altre el caràcter més gerencial, institucional, professional de la política.
Un dels temes que plantegen amb molta força els moviments urbans és aquesta qüestió. No només el tema social o nacional sinó el de la qualitat democràtica, la forma de fer política. Forces polítiques que no estan tan allunyades en l’eix nacional o esquerra-dreta es diferencien, aparentment o realment, per la seva posició en la transparència, la proximitat, les noves formes de gestió, l’organització de la pròpia força política,...



Al llibre diu que els moviments socials han canviat d’objectius, que els preocupen coses diferents que ara fa uns anys
Han tingut un canvi de caràcter. En el període anterior molts dels moviments es caracteritzaven ser molt defensius. Es denominaven ‘Salvem’, ‘Defensem’,... Eren reactius. Davant una agressió exterior es defensaven, reaccionaven. Eren locals, monotemàtics en la majoria dels cassos. Es centraven en un tema i un lloc concret. Sovint reivindicaven un cert caràcter apolític: ‘Defensem la terra, no fem política’, ‘Amb les institucions, amb els polítics no en volem res’,...
No en tots els moviments però en molts s’està passant d’una actitud reactiva, defensiva, a una actitud més ofensiva, propositiva, potser forçats per la mateixa situació de crisi. Allò que era molt local tendeix a articular-se a nivells diversos. Els temes ja no són tan aïllats i donen lloc a programes més globals. I, finalment, potser el més interessant és que en comptes de decantar-se per l’antipolítica fan política i diuen que en fan. Més encara, es proposen d’aconseguir espais institucionals.

I ho han fet
Els analistes clàssics dels moviments socials diuen que allò que els permet conquerir les seves metes i assentar-les és transformar-les en normes, en conquestes que obliguen a tots. I això vol dir passar per la institucionalització. Entrar a les institucions, conquerir-hi espais a partir dels quals aconseguir transformacions  és un senyal de maduresa.
Això té riscos. L’any 1979 els va tenir. Molts exponents de les associacions de veïns entren a les administracions, aconsegueixen espais molt importants, transformacions, però, al mateix temps, com ha explicat molt bé Marc Andreu, les associacions declinen molt.

Ara pot passar el mateix amb els moviments que han donat suport a Ada Colau, Manuela Carmena, les marees,...
És un dels reptes que tenen: veure com aconsegueixen estar dins la institució amb capacitat de transformació i, al mateix temps, mantenir una part de la ciutadania mobilitzada. Si perden la capacitat de mobilització ciutadana els afeblirà en els seus objectius institucionals. I a l’inrevés si no aconsegueixen entrar i consolidar-se a les institucions és molt difícil que consolidin les seves posicions.

Quallaran els experiments dels nous ajuntaments amb governs formats als moviments socials o s’estavellaran?
Si ens ho mirem des de la perspectiva urbana, territorial, que és allò que jo he treballat més, el que ha passat és enorme. Si ens haguessin dit fa cinc anys que les majors ciutats espanyoles estarien governades per forces polítiques derivades de moviments ciutadans no ens ho hauríem cregut. Jo no m’ho hauria cregut. És un gran canvi, extraordinari.
Veig accions interessants. Per exemple, la coordinació que estan fent entre les principals ciutats. Si fossin capaços de donar-li un contingut no només polític sinó també de polítiques concretes, això tindria una capacitat transformadora molt gran. Si tots aquests ajuntaments es posen d’acord en reclamar un nou sistema de finançament del transport públic, que és un problema extraordinari que tenen totes les grans ciutats espanyoles; si es posen d’acord en impulsar determinades formes d’habitatge; si es posen d’acord en impulsar noves formes de gestió dels serveis públics... poden assolir grans fites.
Governs municipals i moviments poden actuar junts, en determinades accions. Poden coproduir polítiques. Això és completament nou i pot donar resultats potents. Aquí hi veig una llavor de transformació, de canvi, molt gran.  

Se’n sortiran?
Passa perquè siguin capaços d’omplir-ho d’aspectes contingents, quotidians, palpables. Si aquesta coordinació dels governs de les grans ciutats és capaç d’engendrar un programa d’actuació d’aquest caire és una de les derives més esperançadores de l’escenari polític actual.

A Catalunya hi ha l’ingredient específic del nacionalisme, devingut independentisme els darrers anys
El factor nacionalista té relació amb allò que comentava del renaixement del lloc, donar més importància al lloc on vivim. És normal. En un context en què les nostres vides estan governades per fluxos que no entenem i que, claríssimament, no governem, el nostre espai quotidià ens apareix com un món comprensible, abastable, refugi. Ens preocupa molt allò que hi ocorre. I d’aquí aquesta reemergència, aquesta pulsió de destacar el meu lloc, el meu país, la meva nació. En el cas català hi ha, òbviament, la manca de resolució de l’encaix amb Espanya. El fracàs de l’intent de reforma de l’Estatut de 2006 ha estat un factor que l’ha exacerbat.
Jo no ho veuria necessàriament contradictori amb l’evolució dels moviments socials. De fet, el moviment independentista és abans que res un moviment. Marina Subirats ho explica molt bé quan diu que davant del desconcert hi havia aquesta ‘utopia disponible’. És una fórmula molt ben trobada. Té aspectes que poden arribar a convergir amb els altres moviments: ‘Votem’, ‘Fem un referèndum’, ‘Sapiguem el que la gent vol veritablement’ són aspiracions de radicalitat democràtica. Potser l’atzucac en què ens trobem seria reconduïble en aquest sentit.

Siscu Baiges

domingo, 13 de diciembre de 2015

Josep Maria Colomer, profesor de Economia Política de la Universidad de Georgetown, y autor de "El Gobierno mundial de los expertos"



"Ya es demasiado tarde para que Cataluña y España construyan estados soberanos"

El profesor de Economía Política de la Universidad de Georgetown Josep M. Colomer acaba de publicar "El Gobierno mundial de los expertos" (Editorial Anagrama). Es un ensayo donde analiza la función y eficacia de la gestión de la treintena de organizaciones que, a nivel mundial, dirigen o coordinan la marcha política y económica de nuestro mundo. Es una visión favorable a su existencia y trabajo aunque detecta y expone también sus diversos defectos. En el contexto mundial actual, Colomer ve complicada la consolidación europea de la aventura de los independentistas catalanes.

¿Hay un gobierno mundial funcionando realmente en nuestro Planeta?
Un gobierno mundial, como tal, no existe. Un gobierno como organismo único, centralizado, un super-Estado, no existe, ni existirá seguramente y quizás no sería deseable. Lo que hay es un conjunto de organizaciones, cada una enfocada a temas diferentes, como ministerios separados, con diferentes reglas internas de decisión, que, en conjunto, tienen mucho poder y que están muy coordinadas por el G-7 y, en segunda ronda, por el G-20. El G-7 adopta muchas decisiones que estas organizaciones desarrollan y ejecutan. Estamos hablando de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la del Trabajo, la de la Salud,...
El grupo de los siete son Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y Japón y es lo más parecido a un gobierno mundial que ha existido nunca.

¿En este gobierno no mandan demasiado los estados del norte?
Depende de la organización. El G-7 lo forman las siete democracias industriales más ricas, que son del Norte, sí. El G-20, en cambio, incluye el Norte y el Sur. Están China, India, Argentina, África del Sur, Brasil,... Supone el 95% de la producción, las dos terceras partes de la población mundial,... En el Consejo de Seguridad de las Naciones están los cinco supuestos ganadores de la guerra mundial, que también son del Norte, pero el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, están mucho más repartidos, con presencia de todos los países, con voto proporcional a la población y a los recursos con que contribuyen a estas organizaciones. África del Sur, Arabia Saudí, Argentina o Brasil tienen más votos que muchos países del Norte.

¿Qué papel tiene hoy Rusia en este gobierno mundial?
Rusia fue miembro del G-7 cuando se convirtió en G-8 y el presidente de Estados Unidos invitó al presidente ruso Boris Yeltsin a incorporarse. Alcanzaron una especie de pacto, explicado por Bill Clinton en sus memorias, que consistía en que Rusia entraba en el G-7 y en otras organizaciones mundiales de las que no era miembro a cambio de que Polonia, Hungría y otros países pasasen a ser miembros de la Unión Europea y la OTAN. Habría podido funcionar pero Rusia ha cambiado de política interna. Es menos democrática y más conflictiva. Se ha anexionado Crimea. Formalmente no se ha expulsado a Rusia del G-8, pero ha dejado de participar en él.
Es un problema sobre todo europeo. Las fronteras de la Unión Europea no están definidas. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, cuando tomó posesión, dijo que Rusia era 'nuestro problema estratégico'. El conflicto es más bien europeo que global.

¿Los países emergentes ganarán terreno en este gobierno mundial?
Ha habido el intento de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur) de crear un banco alternativo al Banco Mundial y un banco de inversiones dirigido por China, pero primero tenían relativamente poco dinero y luego ha habido muchas rivalidades internas. Además, la economía china ha aflojado un poco. El futuro no es demasiado optimista para ellos.
Hay una reforma pendiente en el Banco Mundial y el Fondo Monetario que se aprobó hace tiempo pero que no ha sido ratificada por el Congreso de Estados Unidos. Esta reforma da más votos a estos países y se los quita a los países europeos. Se ha producido una cierta reacción por parte de los BRICS para crear una herramienta alternativa que creo que no tiene demasiado futuro pero que puede servir como arma de negociación y presión para que se aplique la reforma pendiente en el Banco Mundial y el Fondo Monetario.
La directora gerente del Fondo Monetario, Christine Lagarde, ha llegado a decir que está dispuesta a bailar la danza del vientre en el Congreso de Estados Unidos para persuadir a los congresistas para que aprueben esta reforma. Ya sería hora de que lo hicieran. Si la aprobasen, los dos bancos que han estado creando los BRICS tendrían menos relevancia de la que pretenden.

Los ciudadanos no tienen una visión demasiado positiva de estos organismos mundiales.
Porque no son suficientemente conocidos y quedan lejos. Lo que queda más cerca son las ciudades, la Generalitat, el Estado o la Unión Europea. Si hubiera más información, la valoración mejoraría, porque, en algunas cosas, son eficientes, consensuales, responsables, rinden cuentas, tienen mucha transparencia actualmente,...

Usted tiene una opinión bastante favorable sobre estos organismos. En el libro asegura que la ONU evitó la Tercera Guerra Mundial.
No me lo he inventado yo. Si pensamos en la historia europea, los trescientos años que van entre la paz de Westfalia y la Segunda Guerra Mundial están marcados por conflictos bélicos cada vez más frecuentes y más mortales. Esto se detuvo al crearse la ONU. El Consejo de Seguridad era muy conflictivo durante la guerra fría, pero precisamente porque la batalla se hacía allí dentro nunca se llegó trasladó del todo fuera. Se contaminaron guerras locales con la polarización internacional pero no se sufrió una guerra global como las que había habido antes en varias ocasiones. Impidió que hubiera una nueva matanza global.
En los últimos veinte y cinco años las Naciones Unidas han hecho un buen trabajo positivo de ayuda a los países subdesarrollados y atención a los conflictos locales.

¿Se deben retocar las herramientas de gobierno mundial? ¿Las que hay están funcionando bien?
El peor caso es el de la Organización Mundial del Comercio que en 20 años exactos que hace que se creó no ha aprobado ningún acuerdo global. Antes existía el GATT, que no era una organización sino un tratado para bajar los aranceles y facilitar el comercio. Hizo bastantes progresos parciales durante un tiempo pero cuando se convirtió en una organización global, en 1995, se equivocaron. Adoptaron unas reglas de decisión que no se correspondían al nivel conflictivo del comercio, que puede ser favorable para todos pero también es muy problemático. Hay importadores y exportadores, cada país se especializa en un producto,... Esto requiere unas negociaciones sofisticadas, pero se adoptó la regla de que todos los países tuvieran los mismos votos y las decisiones se tomaran por unanimidad. No puede funcionar, claro.
El actual presidente de la OMC, cuando tomó posesión, dijo que o se adoptaban acuerdos globales o la organización quedaría desautorizada. Logró un primer acuerdo modesto para estandarizar los contenedores de los puertos pero la India se opuso y no se pudo poner en práctica. En veinte años no se ha podido hacer nada. Es un problema de diseño institucional. Debería utilizarse votos ponderados en función de la importancia del gobierno de cada país.

¿Es imposible reformar el Consejo de Seguridad de la ONU?
Hay propuestas continuamente. Hay una literatura inmensa al respecto, para que entren Alemania o Japón... Quizás algún día se llegará. Pero como los que están dentro tienen derecho a veto impiden las reformas. Alemania no es nada militarmente. Japón, tampoco. Se les prohibió tener ejército durante muchos años. El gasto militar per cápita de Alemania es de los más bajos del mundo. Los cinco son todavía potencias importantes. En Europa, Gran Bretaña y Francia son los dos únicos países que tienen ejércitos reales y poseen la bomba atómica. Alemania es muy importante económicamente pero no en este ámbito. El Consejo de Seguridad es poco consensual y se toman decisiones que no funcionan. Como fue el caso de Irak o Libia. Es difícil pensar que una reforma institucional mejoraría mucho el trato de estas cuestiones.

¿El gobierno mundial necesita grandes áreas geopolíticas para funcionar bien o puede hacerlo con un mundo dividido en cerca de doscientos países?
Hay otra estructura, que es lo que yo llamo los grandes imperios: Los Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, India. Abarcan la mayor parte del mundo. Son plataformas intermedias entre los estados y las organizaciones globales. Hay una estructura doble, una vertical y una horizontal. La horizontal la forman estas treinta organizaciones y pico. Y la vertical incluye las grandes uniones de Estados Unidos, la europea, la Federación Rusa,... que va bajando hasta los estados.

¿Le va bien o mal que se creen nuevos estados? ¿Cómo afectaría al gobierno mundial que Cataluña o Escocia se independizaran?
Hace cien años había unos cincuenta países en el mundo. Ahora hay unos doscientos en las Naciones Unidas. La globalización favorece que cualquier unidad del tamaño que sea funcione si está en el mercado global. Si tiene apertura al comercio, las inversiones, las comunicaciones, los viajes, los costes de ser pequeño son muy bajos. Es por ello que se han creado tantos países nuevos. Ahora bien, para que funcionen deben estar dentro. Dentro de la Unión Europea o dentro de las organizaciones globales. Dentro puedes ser tan pequeño como quieras. Fuera están Kosovo y Albania.

Si Cataluña se separa de España ¿quedará fuera?
La fórmula es una distribución de poderes en favor de Europa y de las regiones y naciones pequeñas a costa de los estados grandes pero sin disolver las estructuras de niveles múltiples. Ninguno de ellos será soberano pero seguirán existiendo. Esta es la fórmula viable y eficiente, que se puede aceptar fácilmente. Salir de la Unión Europea para volver a entrar no lleva a ningún lado.



¿Cómo se ve desde Georgetown el debate independentista que se vive en Cataluña?
En realidad, es el fracaso de España. España tiene una historia trágica. Como estado nacional soberano nunca se llegó a completar. Tuvo un imperio demasiado grande y costoso y lo perdió demasiado pronto, antes de haber construido un estado poderoso. No creó una nación unificada española, como hicieron Francia o Inglaterra.
La situación histórica es que la España castellana, que es mayoritaria, es demasiado débil para integrar todo el territorio -Cataluña, País Vasco,...- pero suficientemente fuerte como para impedir una alternativa nacional de estos países. O al revés, Cataluña es lo suficientemente fuerte para resistir durante mucho tiempo la asimilación castellana pero no tanto como para crear una alternativa autosuficiente. Estamos ante la definición perfecta del conflicto. Hace cien años como mínimo que esto está claro.
La oportunidad de que se resuelva en la construcción de un estado nacional soberano tanto español como catalán ya ha desaparecido. Ahora lo que cuenta es Europa, sobre todo, y el mundo. Es demasiado tarde para intentar crear este estado, tanto unos como otros.

Europa, la Unión Europea, ya no es aquel marco atractivo de los años ochenta. Sus políticas económicas o hacia los refugiados son decepcionantes.
La cuestión de los refugiados acaba de empezar. La reacción de Alemania, de entrada, fue sorprendentemente positiva. Angela Merkel tiene problemas internos en su partido, ahora, porque ha sido demasiado abierta con los refugiados. Ha tenido una respuesta mejor de lo que se podía esperar. Otros temas que se han abordado antes, como el mercado, la moneda, la unión fiscal, la unión bancaria, la energía, han tardado mucho tiempo en tratarse y llegar a acuerdos. El tema de las fronteras, los refugiados, apenas se acaba de plantear de forma dramática. Puede tardar más o menos pero hay tiempo suficiente para que lo aborden.
A pesar de la desilusión que está causando en mucha gente la reacción europea ante los refugiados ¿hay que seguir creyendo, confiando, apostando por Europa?
La desilusión viene porque el gobierno de Hungría quiere cerrar la frontera y algunos países se olvidan del tratado de Schengen pero no porque la Unión Europea no esté a favor de este tratado o quiera tratar el flujo de refugiados de forma ordenada y pacífica. Son algunos de los estados fronterizos los que pretenden no cooperar con los otros países para tener menos refugiados que ellos. Hay competencia entre los estados para arbitrar el problema. Si hubiera una política global más unitaria, sería menos conflictivo.
Cuanta más Europa, mejor. Evidentemente la mayoría de gente que entra por Grecia, Melilla. Sicilia, Serbia, Hungría,... quiere ir a Alemania, Inglaterra o Suecia. Es un problema europeo que debe abordarse a nivel europeo. Es un desafío nuevo, inesperado, que no estaba en la agenda y la solución debe ser europea.

¿La dialéctica derecha-izquierda desaparece del todo cuando se llega al nivel de gobierno mundial?
Ha desaparecido, en parte, porque hay más políticas de consenso. En los temas de política económica y algunas políticas sociales, la derecha favorable al libre mercado ha ganado, en el sentido de que los bienes privados son de los mercados, los bienes públicos son de los estados y los gobiernos no deben interferir en la actividad económica. Esto ha sido aceptado cada vez más. En cambio, en los temas culturales, morales, de libertades, familia,... la izquierda ha ganado claramente. Los valores liberales, libertarios, han sido cada vez más aceptados.
Cada una ha ganado una batalla diferente. Que haya más consenso, y que, en las dos direcciones, algunos hayan aceptado cosas que antes no querían está bien. Hay más políticas de consenso y esto no tiene porque ser malo.

¿Se puede gobernar un mundo donde las grandes religiones tienen tanto peso y a menudo se usan como excusa para confrontaciones violentas?
Es el gran tema pendiente. Algo más de la mitad del mundo vive en democracia. Los que no lo hacen están en China o en el veinticinco por ciento de la población que vive en países árabes o musulmanes. La pregunta es si el islam es compatible con la democracia y la apertura al mundo. La religión católica se consideraba incompatible con la democracia hasta hace unas décadas. El Papa no aceptó oficialmente que los católicos votaran en elecciones competitivas o que formaran partidos democristianos hasta el año 1931, cuando ya hacía tiempo que bastantes países funcionaban democráticamente.
En algunos países, la iglesia católica favoreció la democracia, como Polonia o algunos de América Latina. ¿Porqué no pensar que el islam, que no tiene ni siquiera un Papa o una autoridad centralizada y es muy disperso, local, podría adaptarse? La mayoría de musulmanes viven en países más o menos democráticos, como Indonesia o la India. Puede pasar lo mismo que pasó con el catolicismo. Está por ver.

¿Se puede gobernar bien un mundo donde un 1% de la población tiene la misma riqueza que el 99% restante?
Creo que la riqueza está menos concentrada. A mí me preocupa el 10% o el 15% que está en el fondo. Su situación no está linealmente vinculada a la acumulación de riqueza que ha hecho el 1% superior. Depende de las circunstancias locales, de la capacidad de desarrollar las energías propias, de sus modelos de desarrollo, de crecimiento. El tema es cómo conseguir que el 15% del mundo que está todavía en situación de pobreza extrema se incorpore a una dinámica global más positiva. Según el Banco Mundial, que adoptó la prioridad de eliminar la pobreza extrema en veinte años, se ha conseguido eliminar la mitad de esta pobreza en los últimos diez años. Era un poco más del 20% y ahora es un 10% o un 12%.
Hay que mirar la media, la renta per cápita media. Ahora se ha frenado con la recesión pero ha evolucionado bien.
El concepto de la riqueza es muy relativo. No está en bolsillos sino invertida en empresas. También en la especulación. Hay que ver cómo esta riqueza puede ser más beneficiosa para el conjunto de la sociedad. No es una cuestión puramente de redistribución sino que hace falta una política de crecimiento que beneficie a todos.

Afirma que la ONU ha evitado la tercera guerra mundial. ¿La ha evitado para siempre?
Nunca nada es para siempre pero una guerra entre grandes estados, como fueron las dos grandes guerras mundiales, con bombas nucleares, no parece verosímil, de momento. Mucha violencia terrorista en algunas zonas del mundo, guerras civiles, sí. Siria está superando todos los récords históricos de muertes en una guerra en relación a la población. Peor que la guerra civil americana o la del Congo.
Una guerra como la segunda guerra mundial entre grandes potencias, yo creo que está bastante descartada.

Siscu Baiges