“Habrá un antes y un después en tu forma de alimentarte
cuando leas este libro”. Lo dice Patricia
Fernández de Lis, redactora jefa de Ciencia del periódico El País. Y tiene toda la razón del
mundo. Está hablando de “Come mierda. No comas mejor, deja de comer peor”
(Vergara. Penguin Random House). Leerlo supone, por qué negarlo, un sobresalto
continuo. Uno descubre que comete numerosos errores a la hora de alimentarse y
se sorprende de haber tardado tantos años en descubrirlo.
Cada lector detectará en este libro aspectos de su
alimentación que daba por saludables y que no lo son. Es imposible leerlo y no
rectificar al concluirlo alguno de nuestros hábitos alimentarios. Cada cual
averiguará donde ha fallado hasta ahora, qué errores cometía, qué creía sano y
que en el fondo no lo es tanto.
No se trata de convertir esta breve reseña en un spoiler de su contenido. Son más de
trescientas páginas que no tienen desperdicio, empezando por la portada con
cuatro de los ingredientes que amenazan nuestra salud: la bollería, la comida
rápida, los dulces y la gelatina. Entre los cuatro componen la palabra COME,
que antecede a la MIERDA que el autor, el dietista-nutricionista Julio Basulto Marset justifica así: “si
la palabra ‘mierda’ se define como “cosa mal hecha o de mala calidad (según la
Real Academia Española de la Lengua), también debemos aplicar el término a los
comestibles de mala calidad nutricional.
Dispóngase a romper con los tópicos y arquetipos, escuche
a Basulto cuando nos explica que ni tan solo la etiqueta de ‘vegano’ garantiza
que un producto sea sano y sepa que para alimentarse bien no basta con consumir
aquellos que se presenten como sin conservantes, sin colorantes, sin aditivos,
sin transgénicos, sin agrotóxicos, sin pesticidas, sin fertilizantes o
ecológicos. Todo eso está muy bien pero hay que profundizar más en la cuestión
de lo que comemos y lo que deberíamos comer.
La receta final de Basulto se resume en cuatro pes:
pensar, planificar, perseverar y prescindir. Hay que pensar lo que comemos, de
igual manera que debemos pensar lo que escuchamos o lo que hablamos. Debemos
planificar nuestro estilo de vida, así como planificamos nuestro currículum o
nuestras vacaciones. Tenemos que reeducar nuestro paladar, lo cual pasa por
algo de paciencia y perseverancia, aclimatando nuestro paladar a la comida
sana. Y hay que tener en cuenta que los cambios alimentarios son más efectivos
si reducen la ingesta de productos malsanos que si aumentan la de alimentos
saludables, lo que el autor sintetiza en el subtítulo de la portada: “No comas
mejor, deja de comer peor”.
A esas cuatro pes hay que añadirle una ele. La de leer
este libro tan saludable como necesario.
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