Ocurre rara vez que en el pase comercial de una
película parte del público aplauda cuando acaba. Me sorprendió y gustó cuando
me encontré con esta actitud de parte de los asistentes a la proyección de El maestro que prometió el mar, el
pasado domingo 12 de noviembre en una de las salas de los cines Girona, en
Barcelona.
Comparto el agradecimiento de los espectadores que
mostraron su satisfacción con la película aplaudiéndola. No he leído la novela
de Paco Escribano en la que se basa:
Desenterrando el silencio: Antoni
Benaiges, el maestro que prometió el mar. Pero sin haberla leído creo que
hay que hacerlo de la misma forma que recomiendo ver la película que ha
dirigido Patricia Font.
Me ha gustado también saber que las primeras
proyecciones han tenido una muy buena acogida de público, hecho especialmente
meritorio en unos tiempos en los que mucha gente prefiere sentarse frente al
televisor para ver una película o varios capítulos de una en una plataforma de
contenidos en vez de desplazarse a una sala de cine.
Y creo que el estreno de El maestro que prometió el
mar ha llegado en el momento perfecto. Ha coincidido con las manifestaciones en
Madrid y en otras ciudades de España donde se han escuchado “vivas” a Franco, cánticos de Cara al Sol o
peticiones de un nuevo Alzamiento Nacional. El Alzamiento Nacional de Franco
fue el que hizo imposible que el profesor Antoni
Benaiges, nacido en Mont-roig del Camp, llevara a ver el mar a los niños y
niñas que eran alumnos suyos en Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de
Burgos. Fue ese golpe militar contra la República el que acabó con su ilusión y
su vida.
Patricia Font nos muestra la vida de este maestro (Enric Auquer) paralelamente a los
esfuerzos de una mujer (Laia Costa)
por encontrar los restos de su bisabuelo, que fue padre de un alumno de
Benaiges. No es una película con final feliz. La guerra civil no lo tuvo. Pero El maestro que prometió el mar nos
recuerda la necesidad de no olvidar el daño que hicieron aquellos que se
sublevaron con las armas contra la República española. Y de exigir contundencia
judicial contra los que hoy salen a la calle para gritar contra la democracia
española y para reivindicar el golpe de Estado de quienes asesinaron la que
teníamos en 1936.
Antoni Benaiges debería haber podido llevar a los
niños y niñas de Bañuelos de Bureba a ver el mar tarraconense. Un buen homenaje
que podemos hacerle a él y a lo que representa es ir al cine a ver cómo lo
intentó. Y si usted aplaude cuando termine la proyección, seguro que no estará
solo.
Por cierto, a la película y a sus protagonistas
posiblemente también les aplaudan en más de una gala de entrega de premios en
los próximos meses. Ya han empezado a cosecharlos.
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